sábado, 7 de septiembre de 2013

El día de abogado



Granada. 07 de septiembre 2013.
Lic. Valentín Barahona Mejía
                                                               
La Asamblea Nacional, en el mes de septiembre promulgó la ley No. 844, en la cual dejó establecido el día 29,  como el día de Abogado nicaragüense, en honor al insigne abogado don Miguel  de la Reynaga. Así, se hizo   justicia a más 20 mil abogados, los cuales, aunque parezca inverosímil, los conocedores del  derecho, los que articulan el entarimado jurídico de la nación, habían sido ignorados durante más de 150 años, durante este periodo la noble profesión de la abogacía ha sido vilipendiada y vituperada  por moros y cristianos, al punto de asociarla con prácticas amorales, alejadas de la moral y la ética.
Ya era tiempo que los abogados, al igual que los periodistas, médicos, ingenieros, arquitectos, contadores, etc., tuvieran una fecha de referencia nacional no solo para celebrar y rendir honor a una de las profesiones más antiguas de la humanidad como es la abogacía, la que tiene su inicio histórico con los jurisconsultos de la antigua Roma, hace más de 500 años antes de Cristo, sino también para reflexionar acerca de los principios, valores y postulados que encarna la profesión, el rol que juega  en la sociedad, en la atención y resolución de los conflictos privados y públicos, en la estructuración del cuerpo jurídico, en la aplicación e interpretación de las leyes administrativas, civiles, penales, constitucionales,  en función de buscar y encontrar el punto de equilibrio que asegure la paz y la convivencia pacífica en sociedad.
Cuando se habla de celebrar el día del abogado, algunos asociaran la palabra, con el abogado litigante, el profesional que tiene una oficina de leyes, que visita todos los complejos judiciales, que está en contacto con Jueces, fiscales, magistrados del Poder Judicial, que porta papeles en un maletín, que presenta escritos, que se ve en las delegaciones policiales, que participa en los trámites de mediación, en audiencias orales y públicas, que defiende los intereses de su cliente con pasión y valor, que combate con garbo la retardación de justicia, que batalla con los fiscales del ministerio público, es decir, aquella persona que se gana sus honorarios, defendiendo intereses ajenos de orden patrimonial y  la inocencia o culpabilidad de un imputado penalmente.
Mas celebrar la efemérides, no es solo para el litigante llano,  sino que asimismo para los abogados que ejercen cargos públicos sea en el poder judicial, sea en el Ministerio Público, sea en el Estado. Muchos magistrados de la Corte Suprema de Justicia, Corte  de Apelaciones, Jueces de Distrito y Locales, fiscales, etc., por la droga del poder, olvidan que antes de ostentar el cargo público, llegaron a él por ser abogados, de lo contrario no estarían donde están, algunos han perdido la perspectiva y se olvidan de la cortesía, las deferencias hacia sus colegas, cuando están de cara a la petición de  un servicio, lo que brilla en ellos como servidores públicos es la arrogancia y la petulancia.
Existen segmentos de la sociedad que se expresan muy mal de los abogados, a veces con justa razón, quizá por haber sido timado o estafado por un mal profesional. Mas en toda carrera profesional hay de todo, hay excelentes, buenos, mediocres y muy malos, entonces la abogacía no es la excepción, en el gremio tenemos gente que hace desmerito, con actitudes antitéticas las cuales causan un ingente daño a la profesión de la abogacía, aunque existen normas reguladoras que sancionan a esta clase  de profesionales, la verdad es que el control ha venido perdiendo eficacia y se precisa de mejores mecanismos regulatorios para sancionar las faltas de aquellos que violan la ética profesional.
Por mucho que se denigre la abogacía, el ejercicio de la profesión es necesario, pues si no hubiera abogados en la sociedad, pregunto: ¿Cómo sería la aplicación de la justicia penal si no hay abogados defensores?  ¿En los conflictos de orden patrimonial como haría el Juez, para dirimir el tuyo y el mío, si las partes no tienen abogado que los asesore? ¿Si no hubiera  conocedores de la ley y del ordenamiento jurídico, quién haría las leyes ordinarias y constitucionales que permitan la convivencia y la paz en la sociedad?
El autor es abogado y notario                            
           

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