lunes, 1 de junio de 2015

La condena contra Milton Arcia






Recientemente tuve en mis manos la copia de la sentencia donde declaran culpable al señor Milton Arcia, por el delito de injurias y calumnias, y le imponen el pago de una multa de ochenta mil córdobas, o en su lugar un mil doscientas horas de trabajo en beneficio de la comunidad, y de no hacer esto, se le impone ciento cincuenta días de prisión.
Vino a mi mente, la célebre frase de Nietzsche, “quítenle todo a un pueblo, pero no le quiten la esperanza de justicia, si se la arrebatan lo habrá perdido todo, y se rebelará”.
Creo que estamos llegando a esos momentos descritos por el filósofo alemán, con la forma en que se han apresurado a condenar en un plazo breve de veinte días, un juicio sumarísimo, a un ciudadano nicaragüense, que recientemente miró impotente cómo el poder ejecutivo destruía su hotel construido en la isla paradisiaca de Ometepe, que fue arrastrado, esposado y llevado a la cárcel un Viernes Santo, día sagrado en Nicaragua, sin orden judicial, sin orden de allanamiento, sin un proceso administrativo ni judicial, sin sentencia firme, y la sospecha del sabotaje de su yate privado que se hundió en las agitadas aguas del lago Cocibolca.
Definitivamente ha sido sometido a un juicio secreto, lleno de nulidades absolutas, donde habiendo pedido el ingreso el doctor Álvaro Leiva, y sin haberse opuesto el querellado, el señor juez no dejó entrar a los medios de comunicación independientes ni a los organismos de derechos humanos.
Realmente estamos frente a un asunto de derechos humanos, de violaciones a derechos fundamentales, reconocidos en nuestra carta magna, reconocidos, firmados y ratificados por el Estado de Nicaragua, como son, el derecho a la inviolabilidad del domicilio, el derecho a no ser detenido sino por causas justas previstas por la ley, por orden de autoridad competente y con arreglo a derecho, derecho a la defensa, al debido proceso, a ser juzgado por juez imparcial, derecho de propiedad, derecho a la libre expresión, derecho a denunciar y hacer críticas a los funcionarios públicos por hechos de su cargo.
Han sepultado los derechos del señor Arcia, a un juicio justo y a la tutela judicial efectiva de sus derechos fundamentales.
Decía Montesquieu en el año 1747: “Los poderes no deben concentrarse en una sola persona. Si dos de los tres poderes están en una misma mano, estamos frente a una dictadura”. Y en Nicaragua no son dos, sino los cuatro poderes que están en manos de una misma persona, con una Policía partidarizada que actúa sin orden judicial.
No existe un poder judicial que sirva de contrapeso a los abusos de poder. Ante los ojos del poder judicial este gobierno reprimió la protesta de médicos y maestros, la huelga de taxistas salvajemente vapuleada en Managua, la protesta de los mineros de Santo Domingo, Chontales, las protestas de las minas de Bonanza y de mina El Limón, las protestas sociales en contra del Canal de Wang Jing, y continúa ensañándose contra el señor Milton Arcia.
Afirmaba Rousseau que “la fuerza no constituye derecho”, y este gobierno, cuestionado por su falta de legitimidad, ha recurrido cada vez más a la brutal represión, a violaciones a la Constitución y a la intolerancia frente a las críticas contra sus funcionarios públicos.
Este régimen se ha convertido en el monstruo de dictadura contra la que luchó.


El autor es presidente de la Asociación Democrática de Abogados de Nicaragua (ADANIC).




  1. Sin Justicia y la Verdad, no hay Cristianismo, Paz, Amor, Armonía y todo lo que se pregona es Blasfemia, Hipocresía y Manipulación. Quien tenga entendimiento que entienda.Santificado y Glorificado sea el Dios Altísimo, Todopoderoso Jehová de los Ejércitos. Recomiendo: 1 Reyes 21:19 – 26; 22:38; 2 Reyes 9:30-37; Jeremías 22: 5, 8, 9, 29; 23:1 – 40; Apocalipsis 2:18-29

  2. la serpiente o un árbol); Nos oprimen, cobran carísimo las migajas que le dan a algunos necesitados, nos engañan y nos extravían en sus sendas malditas.Nuestra batalla debe ser con la verdad, sin recurrir al Odio, la Violencia, el Vandalismo, el Homicidio o Asesinato para no ser iguales o peores que los perversos hijos de Satanás.