jueves, 25 de julio de 2013

Prevenir la violencia



Granada, 23 de julio 2013.
Lic. Valentín Barahona Mejía
                                                                
No existe ni pisca de duda, grupos conservadores con mentalidad retrograda, aprovechando la coyuntura involutiva por la que atraviesa la sociedad; manipulando en forma oportunista las muertes minoritarias de algunas mujeres, consiguieron en el Parlamento Nacional, controlado por la diversidad sexual, la aprobación de la ley 779, bajo el supuesto de poner un stop a la violencia, sacan a relucir el garrote punitivo, llevan al calvario a las víctimas de la violencia: el hombre; eximen de culpa al Estado, la sociedad, la familia y a la mujer.
Una sociedad inmersa  en el atraso social, cultural, académico y científico, es tierra fértil para la manipulación por sectores mezquinos, por ende, no es extraño observar a una minoría convertida en apologista de una legislación con conceptos jurídicos de hace más de 200 años. En cualquier país moderno la ley 779, es una legislación que atropella a los derechos humanos, el principios de presunción de inocencia; huérfana de un juez imparcial; la negativa a un justo y debido proceso; ser juzgado por el juez natural y no por  un tribunal de excepción; la igualdad ante la ley, en consecuencia a no ser discriminado por razón de sexo, posición social o económica.
En las naciones modernas y desarrolladas, sociólogos, psicólogos, psiquiatras, han realizado investigaciones científicas, llegaron a la conclusión de que la violencia en la sociedad tiene demasiadas factores, que van desde el embarazo, desarrollo del feto, cualquier incidencia en esta etapa marca al nonato; influye si la madre es adicta al tabaquismo, licor, drogas, la extrema pobreza, la pobre alimentación; es determinante la fase prenatal, perinatal y posnatal, el peso del niño al nacer, sin obviar la herencia  genética; este cuadro clínico decidirá en el futuro la presencia del germen de la  violencia en el hombre o en la mujer.
Los científicos concluyen, una vez que nace el niño, los primeros meses reflejan rasgos  de conducta anti social, cuando se producen rabietas y  desobediencia a normas conductuales.  La familia es fundamental, si en la pareja hay un cuadro de violencia, peleas, gritos, golpes, por estrés, depresión, alcohol o drogas, el maltrato físico al niño, todo esto produce traumas psicológicos muchas veces incurables, forjando trastornos de personalidad anti social, lo cual generará en el futuro un ser violento.
Incoada la semilla en la familia, la comunidad o el barrio vienen a perfeccionar la obra inconclusa, cuando en el medio pululan pandillas juveniles, delincuencia, abandono del menor por parte los padres o el Estado, poco control o vigilancia de los progenitores, este panorama  crea una la actitud proactiva o reactiva hacia la violencia. La escuela desde el preescolar y la enseñanza básica es el termómetro que permite medir los primeros síntomas de una  personalidad desviada, por tanto docentes y psicólogos deben estar atentos para reconocer el virus de la violencia, para intervenir y brindar asistencia preventiva.
El Estado y la sociedad en buena medida  son responsables de los  altos o bajos niveles de violencia. Los programas de televisión, las películas con escenas violentas, los videojuegos, son perjudiciales, por cuanto la violencia entra por los ojos, introduciendo una cultura proclive a acciones violentas. Cuando los noticieros por televisión presentan en vivo hechos de violencia, los dueños de canales televisivos no tienen conciencia del daño que causan a la sociedad.  Igual acontece cuando los políticos y grupos afines al gobierno, se trenzan en batallas callejeras por el poder político, se agreden, lesionan  con palos, piedras, hay muertos o lesionados, estas situaciones no es más que un culto a la violencia, pues se cree erradamente que la violencia es el método es eficaz para la solución de las contradicciones sociales y políticas.  
Lo que menos se observa por parte del  Estado, son programas educativos para  disminuir la violencia, nada se está haciendo en materia de prevención. La enfermedad causa alarma en la pero en fase terminal, los enfermos los internan en las cárceles, ya que anacrónicamente se piensan que el endurecimiento  de las penas, es el método eficaz  para combatir la violencia, por ello no hay recursos destinados educar a la población. Irónicamente el Estado  invertirá millones en la construcción de más cárceles, pues el fenómeno aumenta. En suma, la violencia en general no está siendo atendida desde sus raíces.
El autor es abogado y notario.