Granada, 23 de
julio 2013.
Lic. Valentín
Barahona Mejía
No existe ni pisca
de duda, grupos conservadores con mentalidad retrograda, aprovechando la coyuntura
involutiva por la que atraviesa la sociedad; manipulando en forma oportunista las
muertes minoritarias de algunas mujeres, consiguieron en el Parlamento Nacional,
controlado por la diversidad sexual, la aprobación de la ley 779, bajo el supuesto
de poner un stop a la violencia, sacan a relucir el garrote punitivo, llevan al
calvario a las víctimas de la violencia: el hombre; eximen de culpa al Estado, la
sociedad, la familia y a la mujer.
Una sociedad inmersa
en el atraso social, cultural, académico
y científico, es tierra fértil para la manipulación por sectores mezquinos, por
ende, no es extraño observar a una minoría convertida en apologista de una legislación
con conceptos jurídicos de hace más de 200 años. En cualquier país moderno la
ley 779, es una legislación que atropella a los derechos humanos, el principios
de presunción de inocencia; huérfana de un juez imparcial; la negativa a un
justo y debido proceso; ser juzgado por el juez natural y no por un tribunal de excepción; la igualdad ante la
ley, en consecuencia a no ser discriminado por razón de sexo, posición social o
económica.
En las naciones
modernas y desarrolladas, sociólogos, psicólogos, psiquiatras, han realizado investigaciones
científicas, llegaron a la conclusión de que la violencia en la sociedad tiene demasiadas
factores, que van desde el embarazo, desarrollo del feto, cualquier incidencia
en esta etapa marca al nonato; influye si la madre es adicta al tabaquismo, licor,
drogas, la extrema pobreza, la pobre alimentación; es determinante la fase
prenatal, perinatal y posnatal, el peso del niño al nacer, sin obviar la
herencia genética; este cuadro clínico
decidirá en el futuro la presencia del germen de la violencia en el hombre o en la mujer.
Los científicos
concluyen, una vez que nace el niño, los primeros meses reflejan rasgos de conducta anti social, cuando se producen
rabietas y desobediencia a normas
conductuales. La familia es fundamental,
si en la pareja hay un cuadro de violencia, peleas, gritos, golpes, por estrés,
depresión, alcohol o drogas, el maltrato físico al niño, todo esto produce
traumas psicológicos muchas veces incurables, forjando trastornos de personalidad
anti social, lo cual generará en el futuro un ser violento.
Incoada la semilla
en la familia, la comunidad o el barrio vienen a perfeccionar la obra
inconclusa, cuando en el medio pululan pandillas juveniles, delincuencia, abandono
del menor por parte los padres o el Estado, poco control o vigilancia de los progenitores,
este panorama crea una la actitud proactiva
o reactiva hacia la violencia. La escuela desde el preescolar y la enseñanza
básica es el termómetro que permite medir los primeros síntomas de una personalidad desviada, por tanto docentes y psicólogos
deben estar atentos para reconocer el virus de la violencia, para intervenir y
brindar asistencia preventiva.
El Estado y la
sociedad en buena medida son responsables
de los altos o bajos niveles de
violencia. Los programas de televisión, las películas con escenas violentas, los
videojuegos, son perjudiciales, por cuanto la violencia entra por los ojos, introduciendo
una cultura proclive a acciones violentas. Cuando los noticieros por televisión
presentan en vivo hechos de violencia, los dueños de canales televisivos no
tienen conciencia del daño que causan a la sociedad. Igual acontece cuando los políticos y grupos afines
al gobierno, se trenzan en batallas callejeras por el poder político, se
agreden, lesionan con palos, piedras, hay
muertos o lesionados, estas situaciones no es más que un culto a la violencia, pues
se cree erradamente que la violencia es el método es eficaz para la solución de
las contradicciones sociales y políticas.
Lo que menos se
observa por parte del Estado, son
programas educativos para disminuir la violencia,
nada se está haciendo en materia de prevención. La enfermedad causa alarma en
la pero en fase terminal, los enfermos los internan en las cárceles, ya que anacrónicamente
se piensan que el endurecimiento de las penas,
es el método eficaz para combatir la violencia,
por ello no hay recursos destinados educar a la población. Irónicamente el
Estado invertirá millones en la
construcción de más cárceles, pues el fenómeno aumenta. En suma, la violencia en
general no está siendo atendida desde sus raíces.
El autor es abogado
y notario.