Granada, 21 de
octubre 2013.
Lic. Valentín
Barahona Mejía
La violencia
psicológica es, otro de los instrumentos manipuladores de grupos radicales
feministas, para derramar lagrimas de cocodrilos a favor de la ley 779. A partir
de la entrada en vigencia de la ley de marras, el 90% de las acusaciones es por
violencia psicológica, por ello no extraña que en las últimas semanas aparezcan
en los medios de comunicación la Presidenta de la CSJ, descalificando a
sectores sociales que, cuestionan este tipo de delito, por ser el mismo indemostrable
científicamente, y muy proclive a burdas manipulaciones por mujeres
oportunistas, con el fin de meter en las
cárceles a los hombres, y así despojarlos de sus bienes patrimoniales, como
casas, vehículos, cuentas bancarias etc.
Según expertos sicólogos,
la violencia psicológica, está clasificada como un mito, es como querer
demostrar la existencia de un ser divino. Es
pura mitología. La lesión
psicológica es invisible, intangible, no deja huellas que acrediten la existencia de un daño, como
acontece en las lesiones físicas visibles, por ende este tipo de ilícito es de difícil
demostración. No basta el testimonio de la víctima el cual es pura probabilidades,
conjeturas, hipótesis, raya en lo aleatorio en lo falso o verdadero. Aún la ciencia no ha inventado el instrumento científico que permita
registrar secuelas emocionales. Hasta hoy ha sido y es imposible cuantitativamente
medir el daño psíquico, por la complejidad que tiene retrotraer situaciones de
maltrato acaecidas meses o años atrás. Las evaluaciones de los sicológicos son
meras hipótesis, que abonan el campo de
la subjetividad.
Los sicólogos en un
esfuerzo para no caer el subjetivismo, proceden con mucha cautela para dar un
veredicto. Realizan no una sino tres o cuatro entrevistas, son horas de
analisis, para hallar signos de depresión, ansiedad, alteración del sueño,
autoestima, trastornos de personalidad, perdida de la memoria. Utilizan
diferentes métodos evaluativos, hacen comparaciones intermedias, analizan el
contexto social, efectúan visitasde campo, entrevistan familiares y vecinos, ya
que se parte que, donde hubo violencia psicológica, quedan secuelas en
terceros.
Los profesionales
de alto prestigio internacional, se valen de la clasificación de enfermedades
de la sociedad psiquiátrica americana
(DSM-IV), para hacer mediciones, pero aún así la prueba se dificulta, el
profesional analiza la congruencia emocional, ausencia de estereotipos
intelectualizados, si la información tiene coherencia lógica, valora la validez
de las respuestas, sinceridad, distorsiones, aun con todo el resultado sigue siendo
indemostrable, pues, no existe garantías de veracidad, se mantiene la duda del
engaño o la simulación.
En Nicaragua, las
evaluaciones psicológicas, las realizan sicólogas recién graduadas, que hacen
su práctica en las Comisarias de la Mujer. Éstas emiten dictámenes que no reúnen
los estándares de rigurosidad científica. La mayoría de los dizques sicólogos
en una sola entrevista de una hora a lo más emiten dictamen, no realizan visitas
de campo, la prueba por antonomasia es un río de lágrimas. Así, son acusados
los hombres por violencia psicológica, donde el 99.99 %, salen culpables.
La mayoría de las sentencias
se fundan en la declaración de la sicóloga, si llegan o no a declarar la víctima
o testigos, eso no tiene trascendencia legal, pues de toda manera se dicta el
veredicto de culpabilidad.
En estos juicios,
la Juez de violencia acepta complacientemente peritos privados de la Comisaria
de la Mujer, éstos siendo peritos privados, sin estar autorizados por el
Instituto de Medicina Legal de la Corte Suprema de Justicia emiten dictámenes estableciendo lesiones psicológicas graves,
cuando los peritos privados son de uso exclusivo de los abogados defensores, por manera, el Juez no puede valerse de un
perito privado para condenar por violencia psicológica. A ese extremo han llegado
los encargados de aplicar la ley 779.
El autor es abogado
y notario
.